Comienza este año y seguramente, como yo, has realizado una serie de propósitos encaminados a mejorar, crecer, realizar proyectos, etc. todos los cuales implican una celebre frase que se popularizó en el pasado que es el “salir de la zona de confort”.
La zona de confort es un concepto psicológico que señala un estado mental en el que como individuos permanecemos en una zona al finalizar nuestros logros, de acuerdo con la psicóloga María Suárez “se trata de una zona en la cuál todos desean alcanzar”.
Se refiere a un estado mental donde la persona utiliza conductas de evitación del miedo y la ansiedad en su vida diaria, utilizando un comportamiento rutinario para conseguir un rendimiento constante sin asumir ningún riesgo. La zona de confort es un espacio seguro donde no arriesgamos, pero tampoco crecemos.
Es un espacio personal compuesto de estrategias y actitudes que utilizamos a menudo y con las que nos sentimos confortables, instalándose en nuestra manera de actuar porque nos sentimos seguros. Es una zona que solo abarca lo conocido, donde estamos a gusto y nos sentimos seguros porque todo esta bajo nuestro control.
La pasividad y la rutina provoca apatía y vacío existencial, impidiendo el crecimiento personal al renunciar a tomar iniciativas que ensanchen los límites de esta zona. No se limita a un cordón seguro que hemos construido a nuestro alrededor, sino que incluye tanto nuestras rutinas cotidianas como nuestra manera de pensar. El bienestar que se siente en la zona de confort no es producto de la satisfacción o el orgullo personal, sino de la ausencia de emociones negativas como la incertidumbre o la inseguridad al refugiarnos en nuestro entorno conocido.
No todo es Blanco y Negro
En 2009 A. K. White definió la zona de confort como “un estado de comportamiento en el que la persona actúa desde una postura de ansiedad neutral, llevando a cabo una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo.
Con ello podemos decir que es un área de funcionamiento o forma de existir en la que nos encontramos bien, sin el malestar o la ansiedad que nos puede causar el hecho de asumir riesgos.
Este estado de calma y paz, podría llegar a ser necesario en algunos momentos de nuestra vida, sin embargo, el quedarnos estancados en ella puede ser peligroso para nuestro desarrollo personal.
Aprender y Crecer
En el mismo artículo de White (2009) el autor presentó una relación entre el aprendizaje y el estrés. En donde señala que, inmediatamente después de la zona de confort, una vez que salimos de ella, entramos a una “zona de rendimiento óptimo” o zona de aprendizaje, en la que el rendimiento puede mejorarse con cierta cantidad de estrés.
Yerkes, R. & Dodson, J (1907) informaron que “la ansiedad mejora el rendimiento hasta que se alcanza un cierto nivel óptimo de excitación. Más allá de ese punto, el rendimiento se deteriora a medida que se alcanzan niveles más altos de ansiedad”.
Después de la “zona de aprendizaje” se encuentra la “zona de pánico”, o de peligro, en la que el rendimiento disminuye rápidamente bajo la influencia de una ansiedad mayor y no se produce ningún aprendizaje. La persona ahí tiene la sensación de estar frente a un reto excesivo e inabordable y puede entrar en un estado de bloqueo.
Nuevo Año, Nuevos Retos, Crecimiento
Con esto solo quiero invitarte a que te sigas superando, retando y continúes creciendo. Si esta en un punto donde crees que haz alcanzado ciertos objetivos, disfruta el momento también y no te castigues por tomarte un merecido descanso.
No pierdas el empuje y, anímate a volver a salir de tu zona de confort, crecer y alcanzar todos los propósitos que te hayas alcanzado en este nuevo año.
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